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martes, 20 de enero de 2009

Toma de Posesión Barack Obama


En su discurso habló con la gravedad a que obliga un momento de crisis pero con la confianza en las posibilidades del futuro, con una ligera insinuación sobre la naturaleza histórica de su ascenso a la presidencia.

Barack Obama aprovechó el discurso tras su toma de posesión el martes para trazar un panorama contrastante de la nación tal como está y cómo debería estar.

Y después impuso sobre todo el país la responsabilidad de pasar de la realidad actual a la promesa de un futuro mejor.

La pesada carga de la esperanza y del cambio no es tarea exclusiva del presidente, razonó, sino una misión compartida de todo el pueblo.

"Nuestra era de obstinarnos, de proteger intereses estrechos y de postergar decisiones desagradables... con toda seguridad esa era ha concluido", afirmó Obama. "A partir de hoy debemos alzarnos, desentumecernos y empezar de nuevo la tarea de reconstruir Estados Unidos".

Obama habló de una "nueva era de responsabilidad" y de "nuestro fracaso colectivo en tomar decisiones difíciles y preparar la nación para una nueva era".

Fue tanto un llamamiento a la responsabilidad individual como un repudio a los años de George W. Bush.

Las expectativas no pudieron haber sido mayores para Obama, conocido por su elocuencia como orador, y las colmó con un discurso a la vez compacto y poderoso. Sólo el tiempo dirá si sus palabras resonarán en la memoria colectiva como seguramente lo harán sus actos en el poder.

En vez de una colección de frases resonantes, su discurso de 18 minutos fue una pieza completa, merecedora de ser escuchada atentamente de principio a fin.

Sin buscar una resonancia retórica, el flamante presidente habló primero de los desafíos actuales.

"En estos momentos", dijo a la nación, "Estados Unidos ha seguido adelante no sólo por la habilidad o visión de los gobernantes, sino porque nosotros, el pueblo, hemos permanecido fieles a los ideales de nuestros fundadores y sus documentos fundacionales".

En contraste con la toma de posesión de John F. Kennedy, que habló de una trompeta resonante que convocaba al pueblo a prestar servicio, el de Obama fue un callado llamado a las armas.

En su inquebrantable descripción de los desafíos por delante, se hizo eco de las palabras de Franklin Roosevelt, quien habló en su discurso inaugural de las sombrías "dificultades comunes" que el país conquistaría en conjunto.

El discurso de Obama reconoció su lugar histórico como el primer presidente de raza negra en un lenguaje deliberado pero discreto.

Habló de sí mismo como "un hombre cuyo padre hace menos de 60 años quizás no habría podido servir en un restaurante local" pero que ahora prestaba el juramento más solemne de la nación.

Wayne Fields, profesor en la Universidad de Washington en San Luis y experto en retórica presidencial, dijo que era el modo de indicar que la nación había superado las divisiones del pasado. Al igual que Obama se siente cómodo con su propia identidad, opinó Fields, su discurso sugiere que también la nación tiene una nueva opinión sobre sí.

Fields dijo que el poder del discurso no radicaba en sus frases como para colgar en un cuadro, sino de su minuciosa evocación de un sentido de comunidad y determinación común.

Ted Sorensen, ex redactor de discursos de Kennedy, lo calificó de "excelente discurso, bien pronunciado".

El tiempo dirá si llegará a ser recordado entre los más grandes discursos inaugurales, agregó Sorensen. Pero acotó que el mensaje no sólo era poderoso por su contenido sino por su contexto.

"Dada la naturaleza histórica del cambio de presidentes exclusivamente blancos al primer presidente no blanco, y de ocho años de guerra y filosofía antigubernamental a un panorama completamente nuevo sobre política exterior y nacional", dijo Sorensen, "eso de por sí garantiza que el discurso perdurará".



http://www.chron.com/disp/story.mpl/sp/us/6221499.html

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